Me llamo Isaac...
Morales es mi apellido paterno.
Lo poco que sé del hombre que puso su libido para gestarme, lo hace desmerecer el título de Padre.
Fue una tormenta que pasó por mi casa.
Un aullido de lobos en la noche montañosa.
Un cascabel de sorna contra la mujer.
Un manantial de vómitos colosales.
Un perro herido que sólo aprendió a morder a quien tocaba su herida
Una huella indeleble en lo aciago de mi infancia,
en el desasosiego de las carencias,
Hasta que un día descubrí
que mi padre era yo mi mismo
que mi padre debía ser yo mismo
que yo estaba obligado por la vida
a ser mi propio padre
que yo mismo debía ser todo lo que yo hubiese querido tener como padre
difícil tarea esta de desdoblarse, de asumir el rol de un personaje desconocido sacado de una hoja en blanco
tal vez manchada a rayones.
Debí ser lo que nunca tuve
Hacer lo que ningún hombre hizo por mí jamás:
trabajar, estudiar, sostener, cuidar, aconsejar, sacrificarme por mí mismo, ser yo mismo Isaac y Abraham a la vez...
Aprender a suicidarme no fue fácil
costó horas infinitas de insomnio
Costó una condición psicolingüística de hipergrafía
Costó ser al mismo tiempo cosas contrarias, antítesis
ver lo complementario en todo lo que me estorbaba,
Ver el estorbo en todo lo que me facilitaba la vida
Yo debía aprender, y para ello me reprendí, me regañé,
Debí aprender a ver el lado positivo de los defectos y el negativo de las virtudes
Cometer autoburla
Darme corrientazos con los cables de la amistad
Machacarme las uñas con el martillo del amor
Cortarme los dedos con el cuchillo de la convicción
Pisarme la mano al cerrar las puertas que cerré estruendosamente detrás de mí
Convivir con el dolor de la vida
Ser mi propia columna, mi propio apoyo, mi propia reprimenda para ser mejor cada día...
En todo este proceso no me quedó otra opción que aprender a perdonar al de la libido que me procreó
Perdonar a Dios, perdonar al mundo,
Tuve que aprender a perdonarme a mí mismo también, perdonar a quien me faltaba, a quien me fallaba, a quien me sobraba y a quien oprimía
Todos eran yo mismo
Caí en cuenta un día de que no podemos culpar a nuestros padres de las insanías propias
Que todos estamos plagados de defectos, que nuestros hijos son seres susceptibles e impresionables y el más mínimo error nuestro queda tatuado en su subconsciente.
Pero olvidan... Gracias a Dios, los niños olvidan...
Restan importancia a lo que no les da alegría. Así deberíamos ser todos.
Perdonar y luego olvidar...
De qué sirve la memoria si mantiene vivo el trauma, abiertas heridas que no cicatrizan, dolores que no se alivian...
La memoria debe ser un río, no un charco.
Y la vida un viaje, no un destino.
Estamos destinados es a viajar, a conocer el mundo, a perdonar y a avanzar, avanzar, avanzar...
Dejar lo que sobra atrás...
Olvidar sin despedidas...
Abandonar sin dolor...
Avanzar con fe...
Yo tuve un padre.
No supe quién era en realidad.
O ya olvidé
si era un hombre despreciable, si era Dios, si era yo mismo.
Si tuviera que escoger uno, sin duda sería a Dios, pero no a uno impuesto, imperturbable, indolente, represivo
Sino a uno que llevo conmigo
Aquí
Justo en medio de los otros dos padres que tuve
Que se la pasaban discutiendo
Justo en medio del biológico y el psicológico
Que nunca tuvieron la oportunidad de conocerse...
Yo me llamo Isaac
Morales es mi primer apellido
Fernández es mi segundo apellido
Y ya
Para los fines prácticos de la vida
Eso es lo que importa.
Que me llamo Isaac
Y no importa si nunca tuve un padre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario