miércoles, 22 de mayo de 2019

TIC, educación, sociedad e hipótesis de Gaia


Isaac Morales Fernández

Desde 1979, los científicos James Lovelock y Lynn Margulis, irrumpieron en la historia de la ciencia contemporánea con su Teoría Gaia o Hipótesis de Gaia, la cual plantea que el planeta Tierra se comporta como un organismo vivo que se autorregula y hasta respira. Desde este punto de vista, todos los seres vivos que habitamos el planeta somos parte de un sistema que puede perfectamente curarse de sus “enfermedades” mediante procesos biofisicoquímicos en los que prescindir de un agente patógeno es crucial para mantener al organismo con vida. Si esto fuese así realmente, como comprueban las evidencias de la Hipótesis de Gaia, la principal especie que resultara extinta por su acción dañina al organismo seríamos los humanos. Así resulta lógica nuestra futura extinción como especie y, tal vez, lo único que podría salvarnos de la desaparición absoluta es el abandono del huésped, es decir, nuestro “viaje a las estrellas”, inevitable exilio hacia el espacio exterior, y que representaría para nosotros la verdadera expulsión de nuestro paraíso terrenal, es decir, la Tierra.

Esta teoría de Lovelock y Margulis fue, durante los años subsiguientes, vista de soslayo por la comunidad científica, quienes la consideraron solo una tendencia más de los pensamientos milenaristas y apocalípticos que inundaron las matrices de opinión pseudocientífica de finales del siglo XX, las cuales vaticinaban, por regla general, el fin del mundo alrededor del año 2000. El tema del fin del mundo fue, en efecto, un leitmotiv de los discursos y relatos durante la segunda mitad del siglo pasado, y se agudizó de manera irrazonada e indiscriminada en los medios de comunicación impresos y audiovisuales en las últimas dos décadas del siglo. Mucha literatura y cine se hizo en ese medio siglo en que se consideró que la ciencia-ficción podía no solo imaginar o interpretar, sino además predecir casi objetivamente la realidad. Los ejemplos abundan y sobran.

Sin embargo, al nacer el siglo XXI, y a medida que ha ido pasando el tiempo, ese futurismo distópico apocalíptico ha ido cesando un poco en su imaginería desbordante, y ha cedido paso a los discursos científicos integrales que, vistos con más seriedad y menos pasión a favor (ultraimaginarios) o en contra (ultracientíficos), resultaron ser un boom mediático que, por cierto, penetró de manera segura en los predios de internet y luego en sus hijas predilectas, las redes sociales. Una de las teorías que más fuerza ha ido cobrando en cuanto al futuro o destino de la humanidad ha resultado ser precisamente la teoría Gaia. Luego de haber sido poco menos que otro relato científico-fantástico de pequeños grupos, hoy en día esta teoría o hipótesis es considerada, al menos, por la comunidad científica, digna de estudio y análisis.

Muchas cosas han cambiado en estas primeras dos décadas del siglo XXI, y nuestra manera de ver el mundo ha sido influenciada, de alguna manera, por ciertas ideas que ahora, por usar una metáfora adrede, “andan en el ambiente”. Varias teorías han ido apareciendo a propósito de lo que ha sembrado en el imaginario popular la Teoría Gaia, y han sido puestas en el tapete sobre todo en el cine de ciencia ficción, visto hoy con mucha más seriedad que cincuenta años atrás cuando solo parecía divertirse con ensoñaciones de locos. Algunas de estas ideas –me refiero a las sembradas en el imaginario popular- podrían ser:


1.- Los humanos somos un virus, por lo tanto invasión alienígena en la Tierra estaría justificada. En la taquillera película Matrix (1999, dirigida por los hermanos Wachowski), las máquinas han avanzado tanto, tecnológicamente, por sí solas, que terminan esclavizando a la especie humana entera porque este se ha comportado como un plaga, un virus que ha destruido a su huésped, la Tierra. Por esta razón, a manera de castigo en que la tecnología se ha puesto de parte de la Tierra, los seres humanos han sido reducidos a baterías, o pilas, criados en celdas como capullos, para así usar su energía natural en beneficio de la sobrevivencia de las máquinas y de lo que queda de la Tierra. Matrix es una trilogía y además una miniserie animada tipo spin-off. El humano es Matrix es un solo una herramienta, un ser utilitario para satisfacción de la máquina. El héroe sólo es aquel que no quiere ser utilizado y se resiste a la máquina.



2.- Los humanos no seremos invadidos por alienígenas, somos nosotros los potenciales invasores del universo. En otra película taquillera, Avatar (2009, dirigida por James Cameron), los humanos han conquistado el espacio en sus naves intergalácticas y han logrado colonizar e invadir otros planetas. Así han llegado a un planeta que hemos nombrado Pandora donde habitan unos seres vivos e inteligentes de color azul llamados Navi, que tienen una interconexión especial (y hasta literal) con su planeta. Los Navi están siendo aniquilados por los humanos para beneficio propio. Además, un amor imposible ocurre entre una nativa Navi, y un humano que se hace pasar por nativo. En 2018 salió la segunda parte de Avatar. El humano en Avatar, es sólo un ser pragmático, insensibilizado y deshumanizado. El héroe en Avatar no quiere ser pragmático ni insensible. Quiere amar.



3.- Los humanos seremos expulsados para siempre de la Tierra. Desde La guerra de las galaxias (1977, dirigida por George Lucas), una de las películas más taquilleras de todos los tiempos, cuya historia completa, presentada en otras largas películas a manera de precuelas y secuelas de la clásica, a lo largo de cuarenta años, presentan a un humano que ya no habita la tierra, que cohabita con otro montón de seres de otros planetas, todos diferentes. El humano presentado en La guerra de las galaxias es prácticamente un nómada cósmico, que si bien mantiene su inteligencia y astucia aparentemente superior a las de otros seres, se haya en desventaja por su excesiva racionalidad, por su propia condición humana, y porque ya no guarda ninguna relación con su planeta de origen. El humano en La guerra de las galaxias, es sólo un nómada, desarraigado, exiliado. El héroe en La guerra de las galaxias busca la alianza, volver a ser parte de una sociedad, quiere, sobre todo, apoyándose en el otro, volver a creer en sí mismo.

     Estas tres ideas, la del humano-virus, la del humano-invasor y la del humano-expulsado son producto, tal vez secundario, de una penetración en el imaginario popular de los postulados hipotéticos de Lovelock y Margulis, penetración que tiene su raíz en la proyección en los últimos veinte años a través de la televisión, el cine, internet y las redes sociales. Especialmente en el cine y la televisión sabemos que abundan los ejemplos de series y películas que presentan el futuro distópico de alguna de estas tres maneras. Sin embargo, mucho se puede hacer, recurriendo al empleo consciente de las Tecnologías de la Información y la Comunicación para utilizar esta teoría y su impacto mediático como herramienta para generar y motivar la reflexión y la preocupación por la ecología, en beneficio de un equilibrio entre el humano y la naturaleza. Pueden plantearse ideas educativas, formativas, de distinta índole para impulsar en la sociedad la reflexión sobre nuestra responsabilidad con nuestra Madre Tierra, con lo que nuestros indígenas suramericanos llamaron Pacha Mama. Sea o no sea cierta la hipótesis de Gaia tal y como la plantean Lovelock y Margulis, lo cierto es que hay, mínimo, un par de aspectos que evidentemente pueden ser indiscutibles en ella: el primero es que, en efecto, el ecosistema terrestre puede perfectamente existir sin presencia de humanos. Lo hizo durante millones de años antes de que apareciéramos como especie evolucionada sobre la faz de la tierra. Por lo tanto, no somos necesarios ni importantes para la Tierra, y hasta podríamos decir que le estorbamos. La segunda es que la naturaleza, de alguna manera, gracias su propio mecanismo de funcionamiento y, aunque el humano la haya impactado tan negativamente con contaminación a todo nivel, tala y caza indiscriminadas, entre otras cosas, ella siempre logra restablecer su equilibrio, y un cataclismo meteorológico es para la Tierra no más que un gesto de su poder. La certidumbre de la hipótesis del volcán del parque Yellowstone o del meteorito que impactó en el actual golfo de México, o la evidencia hermenéutica del diluvio universal, coinciden en esta sola cosa: la tierra se autorregula no importa cuán grave sea su cataclismo climático-meteorológico.



     Gea, o Gaia (como se escribe en inglés), era la diosa titánide de la Tierra, era la Tierra misma en la mitología griega. Como titánide que era, su fuerza destructiva y autodestructiva, así como regeneradora también, era inconmensurable. Gea era la madre de Zeus, y fue ella quien, al engendrar a su hijo, el rey del Olimpo, lo escondió de su padre el tiempo, Cronos, para que este no se lo comiera. Tal vez los griegos quisieron decirnos con esto que Gea o Gaia es capaz de vencer incluso al tiempo. Educar hoy en día a la sociedad en cuanto a lo que es o puede ser nuestra Tierra, pasa por hacer entender a nuestros hermanos humanos que la Tierra es eterna en comparación con la existencia humana sobre ella. Hemos ocupado solo un lugar y un tiempo dentro de la inconmensurabilidad y la eternidad de la Tierra. Tomar consciencia de eso mediante procesos educativos tecnológicos nos ayudaría a tenerle el respeto que se merece, aprender a usar nuestras tecnologías de la información y la comunicación para fines más éticos, para que la ciencia y la tecnología en general, no sólo las TIC, no sean un fin en sí mismo. Deben ser una herramienta metodológica, educativa, socializante, cultural, humanística, para enseñarle a los usuarios que la reflexión sobre el papel que desempeña la tecnología en nuestra sociedad, que debe ser para beneficio de las necesidades reales de los seres humanos, que son de comunicación y de información, ciertamente, pero es que no hay necesidad informativa y comunicativa más real y urgente que enseñar y aprender a respetar, como diría Walter Martínez, a nuestra “querida, contaminada y única nave especial”.
                                                                                                                                                                  


BIBLIOGRAFÍA

ASIMOV, Isaac y Frederik Pohl (s/f). La hipótesis de Gaia, la Tierra como planeta vivo. España. Enlace: http://www.espinoso.org/biblioteca/HipotesisGaia.htm

HORTUA C. Erwin A (2007). Hipótesis de Gaia. Universidad Distrital “Francisco José de Caldas”.  Colombia. Enlace: https://mon.uvic.cat/tlc/files/2016/06/GAIA-lovelock_margulis_gaia_2__contra-versus.pdf

MARTÍNEZ, Yaiza (2012). Nuevas mediciones podrían confirmar la hipótesis Gaia. En Tendencias 21. S/L. Enlace: https://www.tendencias21.net/Nuevas-mediciones-podrian-confirmar-la-hipotesis-Gaia_a11699.html

RIVERA, Andrés (2018). Hipótesis Gaia. En Despertar sabiendo. S/L. Enlace: https://despertarsabiendo.com/cultura-general/hipotesis-gaia/

SIMÓN, Federico (2000). La teoría Gaia gana respetabilidad científica en el congreso de Valencia, según los organizadores. En El País. España. Enlace: https://elpais.com/diario/2000/06/23/cvalenciana/961787894_850215.html

S/A (2014). Estudia con las TIC las tesis catastróficas de Lovelock. En Noticias de uso didáctico. S/L. Enlace: http://www.noticiasusodidactico.com/blog/2014/02/estudia-con-las-tic-las-tesis-catastroficas-de-lovelock/

jueves, 16 de mayo de 2019

Las T.I.C. y su impacto en la sociedad moderna visualizada por Karl Popper

Por Isaac Morales Fernández

Los avances tecnológicos han sido uno de los principales correlatos ideologizantes del siglo XX y lo que va de siglo XXI. Las ideas que se han tenido sobre la ciencia y la tecnología en los últimos cien años, y su rol en la sociedad, han variado sustancialmente, impulsando una ideología dominante de confianza plena en los avances tecnológicos como principal cartelera de muestra de cuan desarrollada puede llegar a estar una nación. Dentro de este campo, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han influido, por lo tanto, y de una manera cada vez más invasiva, en el proceso de producción del conocimiento (PPC).

Uno de los pensadores que planteó, en pleno siglo XX, una visión positiva de los avances científicos y tecnológicos fue Karl Popper (1902-1994) matemático y filósofo británico de origen austríaco, de la clase media judía. Su confianza en la ciencia le llevó a afirmar algunas teorías que hoy nos pueden servir para establecer un balance realmente crítico de lo que ha significado la ciencia y su aplicación técnica en el mundo moderno. Repasemos algunos de sus principales planteamientos y como estos terminaron, de alguna manera, influyendo en las ideas o esquemas mentales que hoy se tienen y defienden, de manera generalizada, en las sociedades desarrolladas y en los contextos massmediáticos.

La principal teoría que defiende Popper es el falsacionismo, o falibilidad. Tiene que ver con la concepción del proceso de producción del conocimiento desde un punto de vista estrictamente científico, desde la visión del Racionalismo Crítico, en donde un conocimiento científico sólo podría ser verdad si sus argumentos expresados son conscientes de su refutabilidad, pero sólo mientras estos sean aceptados momentáneamente como verdad. Popper se expresa de la siguiente manera: “La ciencia no tiene nada que ver con la búsqueda de la certeza, de la probabilidad o de la confiabilidad… No nos interesa establecer que las teorías científicas son seguras, ciertas o probables. Conscientes de nuestra falibilidad, sólo nos interesa criticarlas y someterlas a prueba” (Citado por Martínez Miguélez, 2000, pág.59). Es decir, cuando una teoría puede ser refutada por otro científico, y esta teoría es susceptible de ser desmontada, sólo entonces puede considerarse que es realmente científica y útil para el desarrollo del conocimiento. La posibilidad de refutabilidad es una de las condiciones críticas que debe presentar una teoría científica para poder ser considerada como tal, y en ese sentido, a la larga, producir un acercamiento a la verdad, cuyo problema, sin embargo, no es lo principal de la ciencia, sino el criticismo, el enfoque crítico. Esta idea no puede confundirse con la teoría dialéctica, ya que para Popper, si una tesis o una antítesis fuesen falsas, la falsa no puede ser ya considerada útil para la ciencia, se debe suponer superada. Esto lleva a Popper a concluir, por lo tanto, que no sólo la dialéctica hegeliana, sino incluso el marxismo, no constituyen fundamentos básicos para el conocimiento científico, por cuanto se basan en la consideración de principios tenidos exclusivamente por verdaderos, pero solo uno de ellos (en la antípoda tesis-antítesis) puede ser verdad, así que la idea de síntesis sería mitad falsa y mitad verdadera, por lo tanto, no científica. Para Popper “el psicoanálisis y el marxismo, por ejemplo, no serían científicos en ese sentido, porque nunca fueron capaces de señalar un hecho, supuesto o posible que, de darse, los refutara” (Martínez Miguelez, op.cit., ídem.) En este orden de ideas, Popper le achaca al marxismo no dar lugar a la posibilidad de refutabilidad, al intentar anularla con la dialéctica, ya que esta supone, dicho grosso modo, que cualquier cosa puede ser verdad. “Si se admiten dos enunciados contradictorios, entonces se debe admitir cualquier enunciado; pues, de un par de enunciados contradictorios puede inferirse, válidamente, cualquier enunciado” (Popper citado por Lanz, 1980, pág.76). De esta manera, Popper reduce la dialéctica a una mera dicotomía, como discurso contradictorio y, por lo tanto, absurdo, a la luz de la evidenciación de la lógica proposicional de la matemática, donde el orden de las cosas sólo puede ser verdaderas o falsas, sin términos medios. 


El destacado filósofo venezolano Rigoberto Lanz, en su libro El marxismo no es una ciencia, es sumamente crítico de la teoría popperiana en este sentido. “Una epistemología dialéctica no es una colección  de ‘enunciados’ antinómicos (como tampoco un catálogo de verdades ‘científicas’). (…) Pretender mostrar la ‘invalidez’ de las proposiciones teóricas dialécticas sobre la contradicción a partir del cálculo lógico, resulta un banal contrasentido” (Lanz, op.cit. págs.76-77). Sin embargo, sobre esta lógica matemática popperiana, utilitarista e instrumentalista, meramente teórica, se montarán todos los científicos informáticos posteriores para enmarcar (o demarcar, usando la terminología de Popper), durante el siglo XX, sus principales aportes científico-tecnológicos. De hecho, ya advertía poco antes de estas teorías, Johan Hessen en su Teoría del conocimiento en los años en que Popper apenas iniciaba sus estudios en el campo del neopositivismo, a pesar de que luego intentara desmarcarse de él con su Racionalismo Crítico: “Una forma determinada del conocimiento ha servido evidentemente de modelo a la interpretación racionalista del conocimiento. No es difícil decir cuál es: es el conocimiento matemático. Este es un conocimiento predominantemente conceptual y deductivo” (Hessen, 1970, pág.52) y luego agrega este destacado filósofo alemán con una crítica, mucho más sobria y sopesada, no tan vehemente, en comparación con la que hará posteriormente Rigoberto Lanz, pero que vale la pena citar en su mayor extensión:

El mérito del racionalismo consiste en haber visto y subrayado con energía la significación del factor racional en el conocimiento humano. Pero es exclusivista al hacer del pensamiento la fuente única o propia del conocimiento. Como hemos visto, ello armoniza con su ideal del conocimiento, según el cual todo verdadero conocimiento posee necesidad lógica y validez universal. Pero justamente este idea es exclusivista, como sacado de una forma determinada del conocimiento, del conocimiento matemático. Otro defecto del racionalismo (…) consiste en respirar el espíritu del dogmatismo (…) Deriva, de principios formales, proposiciones materiales; deduce, de meros conceptos, conocimientos (…) Justamente este espíritu dogmático del racionalismo ha provocado una y otra vez su antípoda, el empirismo. (Hessen, 1970, pág.57)

A este defecto agregamos algo que en la época de Hessen (principios del siglo XX) no estaba en el tapete del debate sobre el conocimiento, pero sí durante el desarrollo de la epistemología popperiana: que aparte de no considerar, el racionalismo, que el conocimiento se puede obtener con base en la experiencia (conocimiento experiencial o empírico), el conocimiento también puede ser sensible, sensoperceptual, subjetivo y, por supuesto, holístico. El conocimiento no es, pese a lo que diga el Racionalismo, por más “Crítico” que sea, territorio exclusivo de la razón. Es por esta debilidad excluyente que, aunque Popper se distancie del neopositivismo, igual aterriza en él por cuanto el papel que le da al conocimiento empírico se reduce a la mera comprobación terrena de las teorías.



    
          Otra propuesta teórica de Popper, en donde pretende ir ya del discurso científico, a un discurso filosófico basado en lo conjetural, es la diferenciación entre el desarrollo de las sociedades cerradas y el de las sociedades abiertas. En una visión casi utopista, idealista dentro de su razonamiento, planteará que las sociedad cerradas son aquellas que mantienen una cultura hermética, un pensamiento mágico, “tribal y colectivista”; mientras que una sociedad abierta  sería aquella en que “los individuos deben adoptar decisiones personales” (Popper citado por Galvis, 2009, pág.78). De ellas, la primera responde a cánones tradicionales, incluso folclóricos, tal vez conservadores pero sin duda preservadores de la transmisión general del conocimiento ancestral; mientras que la segunda, la abierta, sería la que entraría de lleno al desarrollo científico y tecnológico que le permitiría su evolución hacia una futura sociedad “abstracta” o teórica, en donde las personas no tengan que interactuar experiencialmente para intercambiar recursos, comunicación, bienes y más. Su visión “futurista” de una sociedad altamente tecnificada, iluminó la imaginación de los científicos del siglo XX y, también de mucha de la literatura de ciencia ficción y del cine comercial. Si para Aldous Huxley y George Orwell, desde la literatura, en Un mundo feliz y en 1984, respectivamente, un futuro así sólo ofrece una distopía, la pérdida total y definitiva del paraíso; para Karl Popper ese mundo feliz y altamente tecnificado sería realmente un logro trascendental de la ciencia y la tecnología, que deberá vencer a sus “enemigos”, quienes estarán en contra, equívocamente, de algo inevitable que no vale la pena desgastarse en pretender evitar. Popper es el primer antecedente de ese discurso ingenuo e idealista que supuso que un futuro en manos de las computadoras sería algo promisorio, porque para él, esta sociedad altamente tecnificada, abstracta (que en los países desarrollados ya no es tan abstracta porque está sucediendo), sería una sociedad enteramente racional. Puede que no exista, pero puede que sí, y eso es lo que este pensador valora, la razón en el marco de la posibilidad de su refutabilidad.

     
          Popper tiene otros planteamientos, en los cuales no nos vamos a detener acá por razones de espacio, más adelante en sus teorías hacia los años ’80 reconsiderará levemente el papel de la experiencia empírica como fuente de obtención alternativa de conocimiento, pero sí es importante llamar la atención sobre la teoría de la sociedad abierta y su estrecha relación con lo que las TIC han hecho hoy del mundo contemporáneo.

       
La aspiración a un mundo en donde la individuación (entendida como desarrollo del carácter subjetivo del sujeto en tanto individuo pensante) ha sido confundida con la individualización (entendida como proceso de aislamiento en que el individuo deja de interrelacionarse con el otro), ha devenido en un problema ético para los tecnócratas y, en general, entusiastas de la tecnología, pero un problema que, hasta ahora, no se ha reconocido con la seriedad y responsabilidad necesarias. Capitales multimillonarios trasnacionales se empeñan, día a día, en acentuar la individualización de grandes masas de jóvenes que prefieren interrelacionarse incluso con realidades virtuales, y no ya con la realidad cotidiana y circundante. Al aislamiento entonces se suman otras conductas dignas de estudio de la Psicología Social, como la evasión, alienación y enajenación como los principales rasgos psicológicos de quienes, llevados como masa “amorfa”, avanzan inertes y de manera acrítica hacia un destino inexorable que podría significar no una evolución (entendida no sólo como proceso tecnológico, sino también comunicacional, humanístico) sino hacia un estancamiento de la especie humana que podría acarrear una involución más bien hacia la incomunicación, la desaparición de la idea de sociedad,  la fragmentación y eso que en la filosofía posmoderna se ha dado en llamar la escisión del individuo.

Mucho más dinero es invertido en el mundo en materia de hegemonía tecnológica, informática y comunicacional (actualización permanente de aplicaciones para internet y telefonía celular, campañas y estrategias publicitarias, televisión y cine como industrias mercantiles), que en alimento, medicinas o seguridad social para los países más pobres del mundo. Con el dinero invertido en las cámaras de tecnología de punta con que los fotógrafos de la National Geographic hacen tomas que salen publicadas instantáneamente en la cuenta Instagram de esta corporación trasnacional de investigadores/observadores que no hacen nada por transformar las duras realidades que documentan, podría alimentarse a toda una tribu etíope.

Popper inspiró una confianza neopositivista en los avances tecnológicos, como lo hizo siglo y medio atrás el positivismo para los descubrimientos científicos. Avances y descubrimientos que han sido de provecho, han solucionado muchos problemas para muchas personas (eso no se pone en duda acá), pero que tienden a su perversión por cuanto no existe aún, a nivel internacional, en este mundo globalizado en contra de su voluntad, un aparato jurídico, ético y moral que ponga en su justo lugar a la lógica racionalista, junto a la lógica empírica y la lógica sensible.

No es el conocimiento científico como tal, en sí, lo que debe colocarse en tela de juicio en los actuales momentos, sino el uso que las sociedades desarrolladas hacen de él, y junto con él, de sus logros tecnológicos y su necesaria construcción o creación de un cuerpo de normas morales, éticas y humanísticas que lo vacunen contra ese utilitarismo meramente pragmático y vacío que nos puede llevar a la autodestrucción humana, es decir, de lo que realmente nos hace humanos: la sensibilidad, la cultura, la socialización, el contacto físico, la experiencia de lo que es la humanidad. Dejamos en el aire una pregunta, tal vez inquietante para algunos, tal vez insignificante para otros: ¿es que acaso serán las tecnologías de la investigación y la comunicación por sí solas las que asegurarán la vida y la supervivencia de la especie humana? ¿Y a qué precio sería esa supervivencia de nuestra especie inteligente? El debate está abierto en esta sociedad “abierta”.



BIBLIOGRAFÍA:

GALVIS G., Diego (2009). “Las TICs y las teorías de la ciencia según Karl Popper”, en Revista de la Maestría en Comunicación Educativa. Vol. 1, Núm. 7. Universidad Tecnológica de Pereira. Colombia. Enlace: https://revistas.utp.edu.co/index.php/miradas/article/view/13481/8441

HEIDEGGER, Martin (1994). “La pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos. Ediciones del Serbal. Barcelona, España. p.p. 9-37.

HESSEN, Johan (1970). Teoría del conocimiento. Editorial Losada. Argentina.

LANZ, Rigoberto (1980). El marxismo no es una ciencia. FACES-UCV, División de publicaciones. Caracas, Venezuela.

MARTÍN-BARBERO, Jesús (2003). Razón técnica y razón política. Espacios/tiempos no pensados.  Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Bogotá. Colombia. Enlace: http://www.eca.usp.br/associa/alaic/revista/r1/art_02.pdf

MARTÍNEZ M., Miguel (2000). El paradigma emergente. Editorial Trillas. México.

OCAMPO, Miguel Ángel (2019). El impacto de las TIC en la sociedad actual. Página web Digital Sevilla. Enlace: https://digitalsevilla.com/2019/01/15/el-impacto-de-las-tic-en-la-sociedad-actual/

S/A (2019). Las TIC y su impacto en la sociedad. Página web La prensa. Enlace:
          https://impresa.prensa.com/vivir/TIC-impacto-sociedad_0_3702379734.html

martes, 7 de mayo de 2019

Las T.I.C. y su impacto en la sociedad moderna

Por Isaac Morales Fernández
El hombre ahora puede volar por el aire como un pájaro,
él es capaz de nadar bajo el mar como un pez,
él es capaz de cavar bajo la tierra como un topo.
Ahora, si tan solo caminara sobre la Tierra como un hombre,
esto sería el paraíso.
Melissa Auf Der Maur: Esto sería el paraíso


Una película animada estadounidense muestra una sociedad futura en la que todo se realiza mediante la operación de computadoras personales, mientras los usuarios viven sentados en cómodos sillones, deslizándose sobre ellos a todos lados, sin hacer prácticamente ningún esfuerzo para moverse. Toda la información y comunicación que necesitan, la tienen permanentemente en los monitores delante de su cara, sofisticadísimos aparatos tan complejos que sólo otro aparato, un robot, puede reparar. Ese altísimo nivel tecnológico los ha llevado a vivir en una nave espacial, que les brinda todo un hábitat virtual, ya que el planeta Tierra ha sido devastado por la contaminación. Al mismo tiempo, en la Tierra sólo habitan las cucarachas y el último robot “sobreviviente” que le da el nombre al filme: Wall-E, un simple recolector-compactador de basura. El resultado evidente de esa distopía es una sociedad enferma de obesidad, desarraigo, sin sentido, antihistórica, sin cultura, fácil presa del pánico, alienada, ignorante, desnaturalizada y condenada a la estupidez. La duda que nos plantea esta película, aparentemente inocente, es: ¿será este nuestro futuro al depositar toda nuestra confianza en la tecnología informática? Esa sociedad supuestamente feliz representa lo más grave para la Psicología Social: una sociedad ciega e imposibilitada de frenar su propia autodestrucción.
El siglo XXI se ha convertido en un escenario donde la tecnología informática dictamina el orden del día y determina la visión del mundo de la juventud actual, nacida, como dice cierto refrán muy reciente, “con una computadora bajo el brazo”, es decir, aptitudinalmente lista para manejarse entre computadoras y celulares. En la competencia tecnocrática que plantea un mundo regido por los cánones industriales de los países con altos niveles de desarrollo científico-técnico, la realidad de los países en vías de desarrollo o también llamados, aunque nos pese, subdesarrollados, se ve halada por un brazo hacia adelante, llevada a trompicones hacia el futuro, bajo la premisa de que “el futuro es ahora”. Sin embargo, muchos aspectos debemos considerar en esta aceleración permanente de las nuevas tecnologías y esta sociedad llamada “de la información”, pues es tal vez estemos corriendo a ciegas hacia un nuevo tipo de clasismo posmoderno: el clasismo tecnológico. Si vemos la sociedad como un cuerpo, es sólo un brazo el que va halado hacia adelante mientras el resto del cuerpo va inerte, detrás, inerme, atontado, a riesgo de caerse en esta carrera, en esta “autopista de la información”.
Las tecnologías de investigación y comunicación se nos presentan como una de las maravillas de la actualidad, y en este contexto se nos intenta convencer de manera incuestionable de su necesidad y de una importancia revestida de trascendencia. Sin embargo, podemos plantearnos algunas dudas al respecto, para tratar de no caernos en mitad de la autopista, tomando en cuenta que nuestra carrera más importante es la de la supervivencia de la humanidad, no la del avance tecnológico. Aún no es tarde para preguntarnos: ¿podremos bajarle velocidad y aprender a andar eficazmente como sociedad tecnológica, o “del conocimiento”, para evitar la caída? ¿A quiénes corresponde el rol de asumir críticamente la tecnología en nuestra actualidad? ¿Podemos plantearnos una ética informática, específica dentro de la ética científico-tecnológica, enfocada en las tecnologías de información y comunicación?
Las TIC son, básicamente, el cúmulo de plataformas tecnológicas que van creándose día a día con el fin de garantizar el flujo de información entre los usuarios de las redes sociales, blogs, correos electrónicos y de los medios de comunicación tradicionales que recurren a informática para expandir su capacidad de penetración en las masas. También se incluyen, en un abanico de posibilidades comunicativas, los videochats, videoconferencias, reuniones virtuales y demás mecanismos utilizados en diferentes contextos (institucionales, educativos, laborales, empresariales, etc.). Sin duda, han servido para agilizar muchos procesos, permitiendo una velocidad de información en tiempo real cada vez más eficiente y una diversidad de posibilidades para la comunicación a distancia cada vez más amplia. Los ejemplos abundan: hacer asignaciones para la escuela, el liceo y la universidad implica hoy en día una consulta prácticamente obligatoria de internet; escribimos en el buscador Google lo que necesitemos investigar, y es muy probable que lo consigamos; y la podemos leer, copiar, descargar, editar, ver esquematizada o representada en imágenes, de fuentes primarias o secundarias, etc. De hecho, a nivel universitario, la educación a distancia on-line es una de las panaceas de la sociedad transmoderna, ya que ha permitido al ciudadano común que trabaja todo el día y el fin de semana debe salir a hacer compras y diligencias, estudiar alguna carrera universitaria a través de una computadora, en la comodidad nocturna o sabatina/dominguera de su hogar. El año pasado, 2018, la Empresa Superlativo, editora del periódico Noticias del Tuy, auspició un Taller “Intangible” (así llamado) de Cuento y Poesía, dictado por un escritor de esta región a través de la red WhatsApp, desde su teléfono inteligente, con garantía de certificado, expedido también, por supuesto, vía electrónica. A nivel laboral, muchas empresas públicas y privadas se han permitido darle a su personal administrativo, general o ejecutivo la posibilidad de cumplir con muchas de sus funciones a distancia. Elaborar proyectos, investigaciones, desarrollar tareas, indicadores, cuadros, diapositivas, informes, incluso preparar discursos y exposiciones para el jefe, son sólo algunas de las cosas que se pueden hacer; tomando en cuenta que las videoconferencias, audioconferencias, chats, audiochats, videochats, entre otras cosas relacionadas, son hoy una realidad práctica en muchas instituciones gubernamentales, empresas y compañías privadas, fundaciones y asociaciones, etcétera. Estas posibilidades han influenciado, como era de esperarse, en el ambiente laboral del periodismo, por lo tanto, los medios de comunicación han adoptado, para su cotidianidad tanto interna como externa, las nuevas tecnologías informáticas y comunicacionales. Un periodista escribe un artículo, lo envía a un servidor interno tipo correo electrónico donde un corrector lo pule, este a su vez lo reenvía ya corregido a un editor que termina de ajustarlo a los requerimientos de la empresa comunicacional, y este finalmente lo envía a un jefe o coordinador editorial que autorizará finalmente su publicación, que irá hasta la computadora de un diseñador que hará una versión, también revisada y autorizada por el departamento editorial, para el medio impreso en físico, para la página web del mismo, y con los mismos criterios de diversidad de funciones laborales, se elabora entonces una “batería de tweets”, un resumen para Facebook, y una campaña mediática especial apoyada en lo visual para Youtube e Instagram, y cualquier otra red social que a los productores del medio de comunicación les interese, garantizando que su información llegará a la mayor cantidad y variedad de usuarios, en el mundo; incluso con la opción de que se les traduzca gracias a un equipo encargado de traducir los textos para otros idiomas o gracias al propio servicio automático de los exploradores de internet que de inmediato ofrecen “traducir esta página” gracias a su detector ortográfico. Las facilidades, pues, abundan, y las posibilidades abruman.

En este sentido, los gobiernos se han visto en la necesidad de regular la actividad que la sociedad ultramoderna está llevando a cabo en esas plataformas digitales e internet que parecen, aún, tierra de nadie, libre de leyes y reglamentos, sin imposiciones ni códigos de ética, pero donde todos los ciudadanos, incluyendo sus funcionarios públicos, participan de una manera abierta, expresa e incluso intencionada (para bien o para mal). Los Estados se ven en la necesidad entonces no sólo de intentar reglamentar el funcionamiento y uso de internet, sino también, inevitablemente, de acoplarse a esta realidad irrefrenable de la velocidad tecnológica, participando activamente en su uso. Un ejemplo evidente de ello en Venezuela es nuestra Ley de Infogobierno, aprobada desde al año 2013, la cual pretende utilizar las TIC para “mejorar la gestión pública y los servicios que se prestan a las personas; impulsando la transparencia” de las funciones del Estado y del gobierno, con carácter incuso de obligatoriedad, así como universalizar, promover y garantizar que la ciudadanía en pleno pueda hacer uso plural y democrático de estas tecnologías informáticas y comunicacionales, bajo la promesa de la independencia tecnológica. Los documentos y firmas electrónicas gozan así de validez gubernamental, el software o los programas libres reemplazan a los pagados en las instituciones del Estado, a la población estudiantil se le dan laptops y tablets para estimular sus estudios, y las instituciones se ven en la obligación de mantener portales de internet funcionales donde los usuarios puedan acceder a la información requerida de cada servicio estatal, y eso va desde el pago de impuestos o el manejo de cuentas bancarias, hasta el acceso a las publicaciones literarias más recientes, incluyendo los mecanismos relacionados con la Contraloría General de la República o el Consejo Nacional Electoral, y en casi todos esos servicios, cada usuario puede o debe tener una cuenta personal para operativizar sus diligencias, ya sea como personas naturales o jurídicas. En fin, toda una vasta cantidad de información circula hoy en día por lo que se ha dado en llamar “la nube”, es decir, la intangible señal de internet y sus alojamientos virtuales, celdas de almacenamiento cuyo soporte físico no existe sino como apoyo circunstancial, y si se daña un equipo, se reemplaza por otro sin que el almacenamiento se vea afectado. Todo está allí, en el aire, de una manera que hace menos de un siglo podría haberse considerado, simplemente, magia. La comunicación goza de esta misma suerte casi en la totalidad de los casos: una imagen, animación, video o audio enviado por correo electrónico, página de internet, subida a Facebook, WhatsApp, Twitter, o cualquier otra red social, quedará, aparentemente para siempre, “colgada” en internet, como si fuera una fruta “colgante” que cualquiera puede tomar de un árbol-nube sin que haya posibilidad de que se agote.








Sin embargo, debemos ser críticos ante esta realidad. Si tomamos cada uno de estos ejemplos que hemos mencionado y lo llevamos a la cotidianidad práctica, empezaremos a evidenciar deficiencias que podrían estarnos hablando de un nuevo fenómeno típico de este siglo XXI y que podríamos llamar “clasismo tecnológico”. Porque lo real es que, mientras un grueso sector de la sociedad no tiene la posibilidad económica para adquirir una computadora, tablet o teléfono inteligente, la “democratización” de las TIC, especialmente hoy en día, sigue siendo una utopía que no puede ocupar el espacio de la democratización de la alimentación, la salud, el derecho a la vivienda digna, al trabajo estable y con justa remuneración, el aseo urbano, y el acceso a los bienes culturales que son inherentes a nuestra condición humana. La realidad, aparentemente, parece decirnos que aún muchas personas de las nuevas generaciones, por más que intenten avanzar en su desempeño social, están alejadas de las tecnologías de la información y comunicación por las condiciones socioeconómicas de pobreza y desigualdad a las que un país como el nuestro, aún por debajo de los niveles necesarios de desarrollo científico-técnico-humano, le obliga y condena a vivir. En este plano, el acceso a la educación on-line es un lujo aún para la clase media por razones muy sencillas: en caso de tener computadora, ¿cuánto le toca pagar por el uso de internet? Si necesita de una cámara y no la tiene, ¿cuánto le costará comprarla? Y si entonces algún componente, incluyendo la cámara web, se le daña, ¿cuánto le costará reemplazar el componente o solicitar servicio técnico? En fin, ¿de cuánto dinero debe disponer para mantener de manera permanente un proceso de aprendizaje on-line? Y eso sin mencionar si tiene que pagar por descargar un libro, usando su tarjeta de crédito. Y aun si dispone del status socioeconómico para cubrir esas necesidades, ¿sabrá realmente investigar sin recurrir al archiconocido “corta-y-pega” típico de los analfabetas funcionales? Por otro lado, si es por teléfono ¿qué pasará si un día es víctima del hampa y pierde su dispositivo, llámese celular, tablet, laptop, u otro? Insisto: seamos realistas. El Taller “Intangible” de Cuento y Poesía auspiciado por el diario Noticias del Tuy en 2018, la verdad es que se vio truncado cuando tres de sus participantes no pudieron pagar la renta mensual de su teléfono, a otros dos el teléfono se les dañó el táctil o la pila, a una chica le robaron el teléfono, otra tenía era un blackberry que dejó de ser compatible con la aplicación WhatsApp y esta no le abrió más, otros dos se vieron tan ocupados en su cotidianidad que llegó un momento en que ni siquiera el horario dominguero del taller pudieron seguir cumpliéndolo por tener que salir a hacer sus compras semanales, y una se desanimó con tal deserción que perdió todo interés en el taller y se retiró. Al final sólo dos personas terminaron el taller, de doce que empezaron y habían pagado. ¿Cómo podemos hablar de democratización de una educación on-line si la situación nos demuestra que el ciudadano promedio venezolano tiene hartas dificultades socioeconómicas para acceder a las TIC? Y todo esto sin mencionar las posibles consecuencias de salud que podría tener alguien que, luego de la dura jornada laboral y hogareña que le causa un agotamiento físico, también deba lidiar anímicamente con una señal de internet lenta o un monitor que le impacta negativamente la vista cansada, y no hay un sistema económico y de salud que le permita realmente gozar de las TIC, sino sufrirlas porque estas se han convertido en una necesidad creada de la sociedad moderna. Estamos hablando, pues, de ciudadanos a quienes la tecnología los lleva halados por un brazo, en un carrera a trompicones, con riesgo verídico de caerse, es decir, de fracasar injustamente en el más competente intento. En cuanto a lo laboral o institucional, y a las diligencias on-line a las que los cuentahabientes, clientes, contribuyentes y demás términos con que llamamos a una misma persona en sus diferentes roles ciudadanos, ¿cómo podemos saber que todos los ellos pueden realmente tener acceso igualitario a las TIC, y, además, tener un adecuado desempeño operativo frente al teclado y la pantalla, si los índices de alfabetización tecnológica no parecen indicar un avance real en medio de una crisis que tiene décadas agudizándose cada día más (Briceño-Iragorry, Rosenblat, Prieto Figueroa, Úslar Pietri, entre muchos otros, nos la advirtieron desde mediados del siglo XX), por más esfuerzos que hagan los gobiernos por impedirlo, ya que los intereses financieros de quienes lideran la carrera informática tienen más peso que cualquier petición de pausa que piden los pueblos en esta prisa trepidante y alocada? Además, son estos intereses financieros los que mandan en las empresas de comunicación social, donde todo el organigrama tecnocrático está en función no tanto de la veracidad como de la publicidad, y así nace desde el ocultamiento o tergiversación de la información verídica hasta el mero o descarado palangrismo. La libertad de expresión ha caído en un libertinaje innegable. Las TIC, pues, por sí solas, son arma de doble filo porque no hay una ética humanista que las rija. Es posible que, sin esa ética que necesitamos que se le aplique a las TIC, estas terminen garantizando más bien una pirámide clasista en la que los puestos superiores serán ocupados sólo por quienes pueden, y no por quienes quieren. Y esto es así tanto para las estructuras de poder de los gobiernos, como para las estructuras de poder mediático y financiero. Porque en el plano de las condiciones económicas y materiales en su relación con el poder, lamentablemente, no todo el que quiere, puede, y la palabra “poder” se nos torna entonces ambigua e incierta, porque a veces el que “puede” sólo lo hace en términos de dependencia, ayudado por otro con mayor o menor deseo de ayudar, cuando no simplemente cobrando por la ayuda, como en esas salas de internet donde se cobra a los adultos mayores sumas terribles de dinero por, simplemente hacerles la consulta de su cuenta individual del Seguro Social, o pagar al SENIAT, o abrir una cuenta bancaria, o incluso resolver un trámite en su página de Patria (por ejemplo, agregar un niño recién nacido al grupo familiar, y se ha visto como parejas jóvenes de escasos recursos deben sacar dinero de donde no tienen para pagar ese servicio en las salas de internet). En este contexto las TIC podrían resultar ser también la garantía del enriquecimiento de los que quieren y pueden manejarlas, a costillas de los que quieren y necesitan de ellas pero no pueden hacerlo porque sus condiciones socioeconómicas, aún en un gobierno de intenciones socialistas, no ha podido mejorarles sustancial y significativamente, ni siquiera en su alfabetización tecnológica. Hacia dónde nos llevará esta obligatoriedad de la Ley de Infogobierno, cuál será su impacto a mediano y largo plazo en la sociedad moderna venezolana, con los actuales niveles de desigualdad que aún, como país expoliado, bloqueado, empobrecido y contradictorio tenemos, es algo que todavía no se vislumbra de una manera suficientemente optimista.
La responsabilidad de los gobiernos latinoamericanos en el acceso a la comunicación y la información es algo que trasciende al mero fetichismo tecnológico, de eso no debe caber duda y tal vez sea una exigencia de la sociedad. En Venezuela si bien no podemos quedarnos atrás, tampoco podemos olvidarnos de la necesidad humana original de la comunicación y su preponderancia por encima de toda fiebre tecnológica. No hay comunicación más eficaz que la que se realiza frente a frente, cuerpo a cuerpo, físicamente, experiencialmente. Si llega un momento en que nadie necesite salir de su casa para comunicarse con otro ¿qué pasará con la mirada, el gesto, la caricia, el beso, la contemplación responsable de la naturaleza? ¿Nos convertiremos solo en fuentes y receptáculos de información y comunicación a distancia? ¿A quién le conviene que haya cada vez más distancia física entre los seres humanos, en beneficio de una cercanía que sólo nos podría dar un aparato electrónico al que debemos darle gracias por mantenernos alejados? ¿Así no terminaremos alejándonos incluso de la Tierra y perdiéndola para siempre? ¿Dependeremos de la tecnología hasta para comunicarnos los unos con los otros?

BIBLIOGRAFÍA:

HEIDEGGER, Martin (1994). “La pregunta por la técnica”, en Conferencias y artículos. Ediciones del Serbal. Barcelona, España. p.p. 9-37.

Ley de Infogobierno. Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, decretada el 10 de octubre de 2013.

MARTÍN-BARBERO, Jesús (2003): Razón técnica y razón política. Espacios/tiempos no pensados.  Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Bogotá. Colombia. Enlace: http://www.eca.usp.br/associa/alaic/revista/r1/art_02.pdf

OCAMPO, Miguel Ángel (2019). El impacto de las TIC en la sociedad actual. Página web Digital Sevilla. Enlace: https://digitalsevilla.com/2019/01/15/el-impacto-de-las-tic-en-la-sociedad-actual/

S/A (2019). Las TIC y su impacto en la sociedad. Página web La prensa. Enlace: https://impresa.prensa.com/vivir/TIC-impacto-sociedad_0_3702379734.html

ÚSLAR PIETRI, Arturo (1985). “El hombre de los diez libros”. En El Nacional, 25 de agosto de 1985. Pág. A-4.

--------------------------- (1993). “El analfabetismo funcional”. En El Nacional, 26 de septiembre de 1993. Pág. A-4